Confeccionar bien su cartera de inversión equivale a confeccionar bien su asignación de activos. Por lo que respecta al rendimiento, el 80% de los resultados pueden atribuirse a la asignación de activos, pero muchos inversionistas no son conscientes de esto. Igual si ha recibido fondos en herencia recientemente, ha obtenido un beneficio en efectivo recortando posiciones o ha decidido sin más empezar a estructurar su patrimonio, vale la pena seguir los cuatro pasos siguientes.

Paso 1: Trácese un plan
¿Qué le gustaría lograr? ¿Y para cuándo? Nadie invierte por invertir, siempre hay expectativas detrás de nuestras acciones. Ahora bien, la única forma de saber si se cumplen esas expectativas es conocerlas bien. Ese conocimiento implica dedicar tiempo a concretar nuestras necesidades en detalle: ¿cuáles son los objetivos financieros y patrimoniales exactos que deseamos alcanzar? Puede ser un abanico más amplio de lo que pensábamos al principio, yendo más allá del beneficio deseado para incluir objetivos benéficos o metas relacionadas con el mundo empresarial, o hacer realidad algún sueño, como poseer una vivienda, renovar el hogar o viajar.

El plan que determine dependerá en gran medida de su situación vital actual. ¿Se acaba de casar y está creando una familia? ¿Acaba de heredar dinero o ha comprado un inmueble recientemente? ¿Quizás acaba de volver a la soltería o está pensando en volver a contraer matrimonio? Y luego hay hitos tan importantes como la planificación sucesoria y del retiro. Se trata de encontrar un buen equilibrio entre su vida actual, por un lado, y la situación empresarial, los objetivos de inversión y sus aspiraciones financieras, por el otro. Es importante que en nuestra cartera de inversión tengan cabida nuestra situación actual y la situación en la que esperamos estar en el futuro.

Paso 2: Defina su perfil de inversionista
Una vez identificados sus objetivos en detalle, llega la hora de definir su perfil de inversionista. Empiece preguntándose «¿cuál es mi objetivo principal para los activos que poseo?» y decida el perfil de inversionista que se adapte mejor a sus circunstancias:

  • Preservación del capital: Usted desea preservar el capital que ya posee asumiendo el menor riesgo posible. En ese caso, deberá reconocer y aceptar que esa seguridad relativa conllevará un crecimiento muy limitado y un escaso potencial de ingresos a través de instrumentos de bajo riesgo y/o alta liquidez.
  • Riesgo equilibrado: Implica invertir en instrumentos con un nivel de riesgo entre bajo e intermedio, a sabiendas de que el potencial de crecimiento puede ser más bien limitado. Estos inversionistas buscan ingresos periódicos derivados de beneficios por intereses y dividendos, y están dispuestos a asumir cierto riesgo de pérdida del capital.
  • Crecimiento dinámico: Inversionistas que buscan aumentar el valor de sus inversiones y acumular patrimonio con el tiempo mediante la revalorización del precio. Estos instrumentos implican más riesgo y, por lo tanto, tienen mayor potencial para acumular patrimonio. Al aceptar este nivel de riesgo, se asumirían pérdidas mayores a corto plazo y una mayor variación interanual, a cambio de un crecimiento superior al promedio.

Los dos aspectos más importantes que deberá tener en cuenta aquí son su tolerancia al riesgo y su nivel de experiencia y conocimientos financieros. La combinación de objetivo de inversión global, tolerancia al riesgo y conocimientos financieros influirá en la estrategia de inversión y la asignación de activos que resulten más adecuadas para usted.

Paso 3: Elija la estrategia adecuada
El objetivo general es protegerse de pérdidas innecesarias y alcanzar sus objetivos financieros a largo plazo. Conocer su tolerancia al riesgo y su apetito por el riesgo es fundamental para elaborar un plan de inversión al que pueda atenerse con motivación y sin ataques de nervios. Un buen modo de comprobarlo es plantearse dos preguntas: «¿Qué riesgos financieros puedo asumir?» y «¿Qué riesgos quiero asumir?».

Hay cinco estrategias de inversión a disposición: renta fija, renta, equilibrada, crecimiento y rentabilidad. Cada estrategia divide su cartera de inversión en distintas categorías de activos, como acciones, bonos y efectivo. El proceso para determinar las combinaciones de activos que conformarán su cartera es muy personal y debería ser un reflejo de su situación vital en ese momento, su horizonte de inversión y su tolerancia al riesgo.

Es esencial conocer los aspectos más fundamentales de la asignación de activos, ya que de esa decisión puede depender el 80% del rendimiento promedio de su cartera. También es crucial diversificar entre clases de activos y dentro de esas clases de activos con el fin de reducir el riesgo asumido para el rendimiento deseado. Adquirir experiencia y conocimientos sobre las distintas clases de activos —mercados monetarios, bonos, materias primas, acciones y divisas— es el camino idóneo para seleccionar la estrategia ideal y el perfil de riesgo/rentabilidad más adecuado.

Paso 4: ¿Cómo funcionará todo esto en la práctica?
Llegado este punto, debería estar claro que la asignación de activos es la clave del juego, por lo que el pistoletazo de salida se dará mucho antes de empezar a invertir. Una vez definidos los objetivos, el perfil de inversionista y la estrategia más adecuada, llega la hora de que los activos empiecen a trabajar por usted. Una analogía que funciona bien aquí es que se nos suele enseñar a tomar las riendas de nuestra vida en todo momento; en cambio, a la hora de invertir, una vez que ya hemos hecho los deberes iniciales, el mejor rendimiento se obtiene cuando se suelta el volante y se ejercita la paciencia.

¿Qué significa esto en la práctica? El mayor riesgo para el rendimiento de su inversión es su propio comportamiento. No basta con conocer cuál es su estrategia de inversión ideal; hay que llevarla a la práctica de forma efectiva. Seleccionar la estrategia de inversión más adecuada es un paso fundamental de la gestión de riesgos para proteger sus activos. Dependerá de la decisión personal de cada inversionista, en función de factores como sus conocimientos sobre las clases de activos o su capacidad para tomar decisiones financieras guiadas por argumentos profesionales, sin dejarse llevar por las emociones.

Ahí es donde entra la decisión entre un mandato discrecional o un mandato de asesoría. ¿Quiere encargarse de gestionar sus propios activos, delegar esa responsabilidad o prefiere mezclar ambas opciones? El abanico de posibilidades de gestión es infinito, pero al final deberá ajustarse a su objetivo general, su tolerancia al riesgo y sus conocimientos financieros. Además, a la hora de confeccionar su cartera, la compensación llegará siempre que se atenga a su estrategia de inversión. No lo olvide al seleccionar su enfoque para la gestión de activos y escoja el estilo mejor le convenga para mantener el rumbo cuando la situación se vuelva impredecible.

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