A pesar de la aparición de los activos digitales en los últimos años y de la variedad cada vez mayor de activos intangibles, como el software y la propiedad intelectual, los ladrillos y el cemento siguen representando una gran parte de la riqueza moderna. Según un informe de 2021 del McKinsey Global Institute, dos tercios del patrimonio neto se concentran en activos inmobiliarios, y el valor de los activos inmobiliarios residenciales representó el 46 % del patrimonio neto mundial en 2020.

Peggy Robillard se incorporó en marzo a Kuoni Mueller & Partner (KM&P), filial de Julius Baer en Suiza, como especialista en corretaje inmobiliario residencial en la región francófona próxima a Ginebra. Ella asesora y actúa como intermediaria para clientes con grandes patrimonios, a menudo de origen internacional, que desean comprar o vender un inmueble para usarlo como residencia principal o secundaria.

¿En qué consiste su rutina diaria? «Cada día es diferente», explica. «A veces estoy en mi despacho, en contacto con abogados y notarios, redactando contratos de corretaje, estudiando documentos de compraventa u organizando traspasos de propiedades. Otras veces me desplazo a los inmuebles, organizo visitas, tomo fotografías y me reúno con compradores y vendedores. Estoy en constante movimiento».

Una carrera construida en torno a las relaciones
Peggy creció en una familia en la que los activos inmobiliarios eran el centro de todas las conversaciones: «Mi familia tiene una larga historia en el sector inmobiliario. Temas como la arquitectura, el diseño, la renovación y la construcción surgían a menudo en torno a la mesa», nos cuenta. De niña soñaba con ser juez o abogada. Peggy estudió Derecho privado y Derecho de la propiedad y, tras graduarse, se hizo notaria. Sin embargo, tras trabajar unos años en una importante notaría de París y pasar mucho tiempo detrás de su escritorio, se dio cuenta de que algo le faltaba. «Soy una persona muy sociable. Mis amigos me describen como abierta y espontánea —la que se preocupa por ellos y los hace reír—, así que comprendí que necesitaba un trabajo más acorde con mi personalidad».

Recibió una atractiva oferta para incorporarse a una importante empresa de inmuebles de lujo en la capital francesa, pero afirma que tuvo que meditar mucho para dar el paso. «No hace falta ser un jurista experto para ser un buen agente inmobiliario, así que en ese momento pensé que estaba dejando atrás aquello para lo que había estudiado. En retrospectiva, ahora sé que mi formación universitaria en el campo legal sigue siendo una gran herramienta en el ejercicio de mi profesión».

Sin embargo, describe este cambio como una de las mejores decisiones de su vida. «El corretaje es una profesión basada en las relaciones», afirma. «Tienes que escuchar atentamente a tus clientes, a menudo intuyendo lo que desean, formándote una imagen de ellos como personas y leyendo entre líneas. Soy una persona sociable, con mucha curiosidad y sensibilidad hacia los demás, así que esta profesión encajaba mucho mejor».

Le produce una gran satisfacción personal ayudar a sus clientes en lo que, para la mayoría de ellos, es una de las inversiones más importantes que harán en su vida. «Cada día conozco a gente fascinante y disfruto ayudándoles a hacer realidad sus sueños de encontrar la propiedad perfecta. La compra de un inmueble conlleva muchas preocupaciones, debido a lo mucho que está en juego desde el punto de vista emocional y financiero, por lo que disfruto guiándoles para lograr una transacción satisfactoria con el menor estrés posible».

Un nuevo país exige nuevos criterios
La importancia de las relaciones también implica la creación de redes profesionales con otros corredores. «El arte de poner en contacto a compradores y vendedores también consiste en conocer a las personas adecuadas y hacer averiguaciones. Es importante crear una red y mantener el oído atento para conseguir toda la información posible sobre las propiedades disponibles en el mercado».

Los clientes suelen presentar a los corredores inmobiliarios una lista de criterios. «Quieren una casa con cuatro dormitorios, vistas al lago, jardín, dos baños y garaje para sus automóviles». En el caso de los traslados al extranjero, sin embargo, afirma que ceñirse demasiado a las ideas propias puede ser un error, ya que la inversión inmobiliaria «adecuada» también depende de la ubicación.

Pone el ejemplo de una familia que se traslada de Londres a Ginebra: «Tal vez sean citadinos que vienen de un apartamento espacioso y lujoso en el centro de Londres y buscan una propiedad similar y una ubicación céntrica aquí. En una ciudad como Ginebra, ese tipo de propiedades son menos comunes. Es más típico que las familias con los medios necesarios se compren una villa fuera del centro, quizá en un barrio tranquilo cerca del lago. Por eso intento explicar a mis clientes que no se limiten a trasladar los criterios de su casa anterior a su nuevo entorno».

La ubicación determina la dinámica del mercado
Peggy y su marido vivieron su propio traslado transfronterizo hace cinco años, cuando se mudaron de París a Ginebra con sus dos hijos. ¿Qué diferencias ha observado entre los mercados inmobiliarios de Francia y Suiza? En Ginebra, como en la mayor parte de Suiza, se exige la nacionalidad suiza o un permiso de residencia y un depósito relativamente alto (mínimo del 20 %) para comprar una propiedad. El mercado parisino es más abierto —casi todo el mundo puede comprar allí—, así que es más dinámico. Si te gusta una propiedad, tienes que coger el teléfono y hacer una oferta al instante».

¿Cómo ve el ritmo del mercado inmobiliario en un contexto internacional más amplio? «El mercado mundial creció de forma constante durante la mayor parte de la pasada década y alcanzó niveles récord durante la pandemia de COVID. Desde entonces, una combinación de factores como la inflación, el endurecimiento de las condiciones crediticias, las restricciones energéticas y el riesgo de recesión mundial terminaron por moderar el mercado».

Subraya que cada país y ciudad experimenta su propia dinámica local, por lo que siempre hay que confiar en las opiniones de un especialista local. «En Ginebra, por ejemplo, el mercado inmobiliario residencial se ha mostrado resiliente desde principios de año, y los precios siguen subiendo. No hemos experimentado la tendencia a la baja registrada en otras partes del mundo».

Peggy confía en que la inversión inmobiliaria siga siendo una propuesta atractiva. «A pesar de todas las nuevas formas de inversión digital, los inversionistas siguen sintiéndose atraídos por el ladrillo y el cemento. El sector inmobiliario ofrece un refugio seguro, concreto y tangible. Los inversionistas lo ven como una inversión relativamente equilibrada, rentable y de bajo riesgo».

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