Casi todos sabemos por qué no deberíamos apostar todo a una carta. Pero, ¿sabía que hasta el 80 % del rendimiento de sus inversiones puede proceder de la asignación de activos? A la hora de confeccionar una cartera, mucho dependerá de la etapa de la vida en la que se encuentre. Si acaba de casarse o de formar una familia, el equilibrio de su cartera puede ser muy distinto al de un inversionista recién jubilado que piensa en transmitir su patrimonio a la siguiente generación.

Comprenda su tolerancia al riesgo
Una de las primeras consideraciones que debe tener en cuenta es saber por qué invierte. ¿Qué desea conseguir y cuántos años está dispuesto a esperar? La paciencia, en esta fase, probablemente se verá recompensada a largo plazo, y le recomendamos que se tome el tiempo suficiente para establecer objetivos de inversión específicos y significativos. Los objetivos más eficaces son los que realmente están en línea con nuestras ambiciones y preferencias. Para un inversionista jubilado, eso podría significar filantropía y viajes por el mundo. Para alguien más joven, podría significar la adquisición de una vivienda y la educación de sus hijos.

Sean cuales sean sus circunstancias, su cartera ideal debe satisfacer sus necesidades de hoy sin comprometer lo que desea para mañana.

Conocer su tolerancia al riesgo es un elemento fundamental para el éxito de la inversión a largo plazo. Establecer objetivos personales contribuirá en gran medida a determinar el nivel de riesgo que está dispuesto a asumir y que puede asumir. A su vez, su tolerancia al riesgo incidirá en el tipo de activos que posea y, en última instancia, en la composición de su cartera.

Tomemos como ejemplo a nuestro inversionista jubilado, que quizá haya pasado toda su vida levantando su empresa. El deseo de preservar su patrimonio probablemente signifique que valora mucho la estabilidad. Estos inversionistas pueden tener una menor propensión al riesgo y estar dispuestos a asumir un menor rendimiento de la inversión. Y los inversionistas de más edad pueden tener un horizonte temporal más corto. Para ellos, la preservación del capital podría ser la mejor estrategia. Es probable que el equilibrio de su cartera se incline hacia activos más predecibles y menos volátiles, en los que el limitado potencial de renta y crecimiento se vea compensado por la seguridad y liquidez relativamente altas que proporcionan.

En cambio, nuestro inversionista más joven podría tener una perspectiva a más largo plazo, buscar mayores rendimientos y estar dispuesto a tolerar mayores oscilaciones en los precios de los activos. El equilibrio de su cartera será diferente y probablemente incluirá activos de mayor riesgo con mayor potencial para generar riqueza. Al aceptar más riesgo, este inversionista está potencialmente dispuesto a asumir pérdidas más sustanciales a corto plazo a cambio de un mayor crecimiento a largo plazo.

Diversifique
Una vez que conozca su propensión al riesgo, es hora de proteger sus activos a largo plazo. La palabra clave en este contexto es diversificación. La diversificación es una estrategia de gestión de riesgos que genera una mezcla de varias inversiones dentro de una cartera.

Los riesgos sistemáticos incluyen guerras, pandemias o turbulencias políticas. Estos acontecimientos a gran escala son inevitables y, por desgracia, la única manera de evitarlos del todo es abstenerse por completo de invertir. En cambio, los riesgos no sistemáticos solo afectan un activo, empresa o sector en particular. Entre ellos figuran la mala gestión, el fracaso financiero y los problemas geográficos a nivel local. Afortunadamente, estas incertidumbres pueden gestionarse eficazmente diversificando sus activos. Y quizá eso sea lo más beneficioso de todo: los inversionistas con carteras equilibradas pueden dormir tranquilos.

Pero la inversión en el mundo real no siempre se reduce a blanco y negro. Es probable que la mayoría de las carteras tengan un equilibrio entre inversiones estables y de bajo riesgo y una pequeña proporción de activos de mayor crecimiento que conllevan más riesgo. Esto es lo que en Julius Baer llamamos una estrategia núcleo-satélite. En este escenario, muchos inversionistas delegan la gestión diaria del núcleo de la cartera en profesionales de la inversión experimentados, mientras conservan el control directo sobre el resto de activos «satélite». Este enfoque híbrido ofrece tranquilidad con respecto a gran parte de su cartera y, al mismo tiempo, le permite explorar sus ideas de inversión.

Equilibre su cartera
Ahora que ha establecido sus objetivos y su propensión al riesgo y comprende las ventajas de la diversificación, es el momento de diseñar su cartera.

Una cartera equilibrada se compone de distintos porcentajes de bonos, materias primas, renta variable y otras clases de activos. En Julius Baer pueden considerarse cinco estrategias: renta fija, renta, equilibrada, crecimiento y rentabilidad. Cada enfoque está diseñado para ofrecer un perfil diferente de riesgo-beneficio. Si su tolerancia al riesgo es baja, quizá le convenga añadir más bonos a su cartera y elegir la estrategia de «renta fija». Por el contrario, si su perfil de riesgo es muy alto, puede que le interese añadir a la mezcla un mayor porcentaje de acciones («crecimiento» o «rentabilidad»).

Se han escrito muchos libros sobre la asignación de activos, un ámbito en el que muchos inversionistas buscan el asesoría de profesionales con experiencia. Mientras tanto, he aquí tres consejos para quienes se inician en el campo de la asignación de activos:

  1. No se fíe del rendimiento pasado como indicador de rendimientos futuros. Las correlaciones históricas suelen ser inestables y poco fiables. Puede ser tentador mirar al pasado para ver cómo se han comportado las clases de activos a lo largo del tiempo, pero es como conducir mirando por el retrovisor.
  2. Diversifique entre distintos tipos de activos y dentro de estos. Esto puede ayudarle a gestionar los riesgos y maximizar los beneficios. Por ejemplo, si invierte en acciones, considere la posibilidad de diversificar entre distintos sectores y tamaños de empresa. Si invierte en bonos, piense en repartir su exposición entre varios vencimientos y calidades.
  3. ¡Involúcrese! Comprobar los precios de las acciones con demasiada frecuencia es contraproducente, pero tener una conexión emocional con sus inversiones le ayuda a mantenerse comprometido. Una vez que tenga una idea más clara acerca de sus valores e intereses, tendrá más probabilidades de encontrar activos que se adapten a su personalidad y cumplan sus criterios financieros.

Reequilibre periódicamente
Con el tiempo, el equilibrio de su cartera cambiará. Algunos activos pueden obtener mejores resultados que otros. Cuando esto ocurra, debe reequilibrarlos para que sus inversiones sigan sustentando sus objetivos a largo plazo sin correr riesgos imprevistos.

Por ejemplo, si la asignación de su cartera es de un 60 % a acciones y un 40 % a bonos, puede que llegue a tener una asignación excesiva a las acciones si estas obtienen un rendimiento superior. En general, las acciones se consideran más arriesgadas que los bonos, por lo que puede ser necesario reequilibrar su cartera vendiendo acciones.

Recuerde que es más probable que las carteras se desequilibren cuando los mercados son impredecibles. Es entonces cuando el tiempo dedicado a fijar sus objetivos de inversión realmente dará frutos: recuerde sus objetivos, cíñase a su estrategia e invierta a largo plazo.

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