En este vídeo, Yalis Torretta, especialista en inversión de impacto, explica el concepto de este enfoque de inversión, sus características clave y las oportunidades únicas que presenta.

Durante la pandemia de COVID-19 quedó demostrada la antigua creencia de que las inversiones sostenibles son más resistentes en tiempos de crisis. En un mundo que trata de salir de la pandemia más devastadora del siglo, la conveniencia de construir una «normalidad» mejor, más sostenible y resistente está más clara que nunca.

La prevención de nuevas pandemias mediante la protección de la fauna y los bosques, por ejemplo, solo costaría el 2 % de los daños estimados en 11,5 billones de dólares que se sabe que ha causado la pandemia de COVID-19. Además, según el Foro Económico Mundial, abordar activamente la crisis global de la naturaleza podría crear 400 millones de puestos de trabajo y 10 billones de dólares en valor empresarial cada año para 2030.

Entonces, no es de extrañar que los inversionistas estén cada vez más interesados en tener un impacto positivo en el medio ambiente y la sociedad a través de sus inversiones.

El enfoque de más rápido crecimiento para hacerlo es la inversión de impacto. La inversión de impacto va más allá de considerar factores ESG (por sus siglas en inglés de medioambiental, social y gobierno corporativo) y busca intencionalmente generar un rendimiento financiero y tener un impacto positivo apreciable en la sociedad o el medio ambiente. La inversión de impacto no es una clase de activo, ni está vinculada a ninguna clase de activo en particular. Muchas inversiones de impacto se esfuerzan por lograr rendimientos financieros equiparables a los de las inversiones tradicionales. Asimismo, el número y el alcance de las inversiones de impacto disponibles está en constante aumento.

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