Los orígenes del comercio mundial se remontan al siglo I a. C., coincidiendo con la llegada a Roma desde el lado opuesto del mundo de productos de lujo procedentes de China, como las especias y la seda. Fue entonces cuando el comercio dejó de ser una actividad de ámbito exclusivamente local, pero no fue hasta los siglos XIX y XX cuando la globalización se aceleró y empezó a imprimir su huella en todos los aspectos de nuestra vida, desde nuestra forma de trabajar y de viajar hasta la manera en que fomentamos las relaciones y comunicamos. 

La globalización ha generado una opcionalidad ilimitada, pero para las familias sus ventajas también conllevan un sinfín de retos y dificultades. En el Julius Baer Barómetro Familiar 2020, el 90% de los asesores de clientes consultados indican, desde su experiencia con clientes con patrimonios importantes, que están de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación de que la gestión de la vida en el ámbito familiar se ha vuelto más compleja en los últimos diez años. Aproximadamente el 80% afirman que el número de asesores familiares ha aumentado y su cometido abarca ahora aspectos que no se atendían hace una década. Los cambios normativos encabezan la lista de obstáculos a afrontar aunque les sigue de cerca la gobernanza familiar ¾ un concepto que, para muchas familias, probablemente resulta tan difícil de definir como de resolver.

Según el Chartered Governance Institute del Reino Unido, una asociación que agrupa a profesionales de la gobernanza, este término designa la forma en la que las entidades son gestionadas y con qué finalidad. La gobernanza determina quien tiene el poder para tomar decisiones y quien asume la responsabilidad. La gobernanza debe garantizar que existen protocolos y controles de la toma de decisiones implementados de tal manera que los intereses de los grupos de interés sean equilibrados y respetados.

Ahora bien, cuando se trata de familias, puede resultar especialmente delicado salvaguardar la buena gobernanza por muy distintos motivos, como la dispersión geográfica de sus miembros, planes de sucesión inciertos o divergencias en las motivaciones de sus componentes. Un 88% de los encuestados afirmaron creer que la próxima generación deberá enfrentarse a una gama de problemas mucho más amplia que las familias actuales, lo que subraya la necesidad urgente de que las familias puedan estudiar soluciones, idealmente con la mayor anticipación posible a la materialización de los problemas más graves.

Si bien hace ya varios siglos que alguna forma de globalización se viene esbozando, ha sido en las últimas décadas cuando las migraciones internacionales se han intensificado drásticamente. Unos estudios llevados a cabo por el Pew Research Center de Washington DC indicaban ya en 2017 que unos 44 millones de residentes en Estados Unidos estaban viviendo fuera de su país de nacimiento ¾ aproximadamente cinco veces más que en 1960.

En un hipotético ranking de países más poblados, la población migrante mundial se situaría ahora como el quinto país más grande del mundo. El Pew Research Center concluía que, si bien los motivos por los que emigran muchas personas son la guerra, la pobreza o la inestabilidad civil, la mayoría se mueve en busca de oportunidades; es decir, no tratan de alejarse de algo sino de acercarse a algo que les podría ofrecer una vida más lucrativa, más interesante o más gratificante.        

El fenómeno de la migración puede impulsar el crecimiento económico, fomentar la innovación y generar riqueza personal, pero para las familias es una fuente inevitable de complicaciones.

Familias dispersas                  
Si bien organismos como la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional se han convertido en entidades prominentes y poderosas en materia de gestión y control del comercio internacional y de los flujos de capitales, los problemas que afectan a las familias en todo el mundo con frecuencia han quedado excluidos de las políticas y normativas. Más importante aún, la dispersión de familias individuales por todo el mundo puede originar rápidamente un desajuste en las prioridades y valores de sus miembros. Puede ocurrir que las diferentes ramas de una familia adopten sus propios ideales y tradiciones, lo que desemboca en una ruptura de la comunicación e incluso de las propias relaciones; esto a su vez puede dificultar la gestión de los asuntos financieros o de otra índole.

Si bien cada familia es única, una buena comprensión de la naturaleza de los problemas que entraña la globalización quizás sea la forma más eficaz de afrontarlos. No se debería subestimar nunca el valor que tiene mantener unas conexiones sólidas, independientemente del tamaño, diversidad o grado de dispersión de una familia. Asimismo, es esencial una comprensión exhaustiva y puntual de las normas y reglamentos vigentes en diferentes jurisdicciones así como una percepción acertada de su posible repercusión sobre los asuntos de una familia y sus negocios.

Al mismo tiempo que se intensifica su carácter internacional, las familias también se vuelven más multigeneracionales a medida que aumenta la esperanza de vida en muchos países y cambian los modelos familiares, y es fundamental valorar las implicaciones que este fenómeno tiene. En 2017, Eurostat estimaba en 80,9 años la esperanza de vida al nacer en la Unión Europea mientras que era de 69 años en 1960. Naturalmente las diferentes generaciones tienen formas diferentes de interactuar, de preservar las tradiciones o de adoptar nuevas costumbres. Esto tiene un impacto sobre cómo las familias funcionan y cómo gestionan sus negocios. 

Si bien la tasa de natalidad está bajando en todo el mundo, esto no significa forzosamente que las familias serán más simples. Las tasas de nupcialidad en la UE están bajando mientras aumentan las tasas de divorcio, pero el matrimonio como modalidad de unión ya no determina los parámetros de una unidad familiar. Existen otras alternativas reconocidas tales como las parejas de hecho, que se han vuelto más frecuentes y, paralelamente, en varios países la legislación se ha ido adaptando para otorgar más derechos a las parejas no casadas.

Todas estas tendencias han de contribuir a la evolución y el desarrollo de la familia global en los años venideros. La consolidación de estas preferencias y valores ¾ con frecuencia en diferentes continentes y zonas horarias ¾ se asienta en gran medida sobre una sólida comunicación, tolerancia y empatía, cualidades que la globalización sigue poniendo a prueba.

El desafío del coronavirus     
Al igual que unas tendencias demográficas y sociales constantes han supuesto un desafío para las familias globales, también lo han hecho acontecimientos totalmente inesperados, y quizás ninguno en la misma medida que la pandemia del coronavirus surgida en 2020. Mientras numerosos países en todo el mundo se veían obligados a autoconfinarse, las familias tuvieron que aceptar no solo una nueva realidad, marcada por el distanciamiento social, sino también las cancelaciones masivas de los desplazamientos globales, la reducción drástica de los intercambios comerciales internacionales y la paralización de otras actividades comerciales.

Lidiar con una crisis sanitaria repentina ha supuesto una prueba de fuego para las familias internacionales, quedando algunas separadas por las prohibiciones de viajar, mientras otras se veían confinadas en un mismo lugar, quizás por primera vez en muchos años.  

Al igual que los gobiernos y las empresas, las familias se vieron obligadas a experimentar. Al no poder desplazarse libremente, muchas optaron por la comodidad de recurrir a la tecnología para sus comunicaciones y negocios. Algunas pueden haber aprovechado la crisis para reflexionar y replantearse sus ambiciones, compromisos y objetivos. Para otras, las consecuencias económicas de la crisis sanitaria pueden haber exigido un enfoque nuevo para resolver aspectos financieros en el seno de la unidad familiar, o profundizar en la reflexión en torno a la planificación de su sucesión.  

Si bien el Covid-19 ha arrojado una luz nueva sobre la interconectividad de nuestro mundo, es improbable que haya frenado el ritmo de la globalización a largo plazo. Las fuerzas de la internacionalización permanecen intactas; en todo caso, quizás el proceso se haya vuelto más complejo. Las familias tendrán que seguir adaptándose, tanto en el ámbito político como cultural, o social y económico.

Al adentrarnos en la próxima década y a medida que nos vamos adaptando a una nueva realidad, es poco probable que los problemas a los que se enfrentan las familias globales se simplifiquen, tanto si se trata de aspectos logísticos como de mantenerse realmente conectados y de afrontar la toma de decisiones relacionadas con sus patrimonios y negocios. A pesar de todo, el ser conscientes de las dificultades pasadas y comprender los obstáculos actuales nos permite anticipar lo que tenemos por delante.

La globalización siempre será fuente tanto de oportunidades como de reveses. Para una familia, la clave estará en saber superar rápidamente estos últimos y recoger los frutos de las oportunidades en los años venideros. Bien es cierto que no es tarea fácil, pero la vida familiar rara vez lo es.

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