Existe la expectativa de que tras un acontecimiento mundial importante, como la actual pandemia de COVID-19, la gente cambie su comportamiento de inversión. Aunque hemos visto algunos cambios a corto plazo impulsados por la volatilidad del mercado, el comportamiento a largo plazo se mantiene relativamente sin cambios.

De los resultados del Barómetro familiar de Julius Baer de este año se desprende que, aunque el comportamiento de inversión de las familias con grandes patrimonios se mantuvo relativamente estable en términos generales, algunos temas específicos ganaron importancia en los últimos 12 meses, en concreto, la inversión responsable y las inversiones en el mercado privado.

Tendencias en desarrollo

El interés por los aspectos ESG (por sus siglas en inglés), la sostenibilidad y el impacto no es una tendencia nueva, pero sí una relativamente reciente que se ha acelerado a un ritmo enorme. Como muestra el barómetro, este es uno de los temas más consultados entre las familias con grandes patrimonios y el que más creció en interés en los últimos cinco años. Si bien es cierto que el interés creció debido a un mayor enfoque en el medio ambiente y las prácticas conscientes desde el inicio de la pandemia, las generaciones de inversionistas más jóvenes han venido impulsando esta tendencia desde hace varios años y seguirá creciendo mucho después de que la situación actual se estabilice.

El segundo tema de debate con mayor crecimiento es el de las inversiones privadas. Muchas inversiones de impacto son inversiones privadas, por lo que no es sorprendente que estos dos temas aparezcan juntos. Hay una serie de factores que juegan a favor de las inversiones privadas en estos momentos. Como vimos cuando se desencadenó la pandemia el año pasado, los mercados líquidos, en particular, pueden ser tremendamente volátiles a corto plazo. Esa volatilidad del valor a precio de mercado en una cartera puede robarles el sueño a los particulares con grandes patrimonios, ya que les resulta difícil ignorarla, por mucho que intentemos ayudarles a entender que se trata de un fenómeno temporal y que, en realidad, es una oportunidad de inversión.

Mucha gente asume que invertir en mercados públicos y líquidos es difícil y arriesgado, mientras que los mercados privados son mucho más fáciles y seguros, pero no es así. Ambos tienen sus ventajas y desventajas. Sin embargo, con las inversiones privadas no se ve la fluctuación de precios, por lo que dan la sensación de ser mucho más estables. También tienen un elemento de exclusividad en torno a ellas, ya que no todo el mundo puede invertir en empresas antes de una oferta pública inicial (OPI), y esa exclusividad está impulsando el apetito por este tipo de inversiones entre inversionistas y familias adinerados. Aunque los mercados privados son una parte importante de la cartera de un gran patrimonio, no se debería excluir ni olvidar por completo la deuda pública, ya que esta tiene méritos infravalorados.

Un cambio de prioridades

El principal cambio observado como consecuencia de la pandemia es que las prioridades de la gente han cambiado. En Estados Unidos, por ejemplo, muchos «baby boomers» decidieron jubilarse anticipadamente. Estos no solo tuvieron un gran rendimiento de sus carteras debido a la rápida reflación de los mercados por parte de la Reserva Federal, gracias lo cual su patrimonio neto había aumentado sustancialmente para finales de 2020, sino que también se dieron cuenta de que en la vida hay otras cosas además del trabajo. El nuevo enfoque en la salud y la familia durante la pandemia, junto con la comodidad de trabajar desde casa, hizo que la gente diera mucha más importancia a otras consideraciones, como la calidad de vida y el tiempo en familia. Si bien es cierto que han habido intereses y desarrollos comunes entre las familias acaudaladas, es importante recordar que estas tienen necesidades muy particulares, por lo que sus circunstancias individuales y sus necesidades de inversión siguen siendo muy diversas. Cuando se tiene que gestionar y manejar un gran patrimonio, se requiere mucho tiempo, atención y cuidado. La complejidad es muy superior a la del cliente o inversionista promedio y aumenta aún más cuando se trata de familias con múltiples partes interesadas que pueden tener opiniones diferentes. Asegurarse de que todo el mundo está en su zona de confort y alineado en lo que respecta a la gestión de su dinero es un problema complejo.

Como gestor patrimonial, lo primero que tenemos que hacer es entender la psicología de las familias con las que trabajamos. El segundo paso es entender sus proyectos de vida y sus recursos financieros para obtener un panorama completo de sus balances, incluyendo los activos que no gestionamos. Para las propias familias, lo más importante es asegurarse de que cuentan con una buena estructura de gobernanza, con directrices muy claras sobre la asignación de responsabilidades. Esto les permitirá evaluar los resultados y asegurarse de que todo esté en consonancia con lo que la familia desea conseguir. Solo cuando se haya establecido este marco podremos trabajar con las familias para fijar una estrategia y usar su capital eficazmente.

La complejidad abunda

Con los inversionistas con grandes patrimonios se pueden examinar los detalles de la asignación de activos de una manera mucho más especializada, enfocada y compleja que con un inversionista con una cartera más pequeña. La complejidad adicional no hará una gran diferencia en una cartera de 2 millones de USD en términos absolutos. Pero si se trata de una cartera de 200 millones de USD, esa complejidad adicional marcará la diferencia en términos monetarios. Por eso, mantener una alineación y tomarse el tiempo para revisar regularmente la asignación estratégica en todo el conjunto de oportunidades —desde los mercados públicos y privados hasta todo el espectro de clases de activos, incluyendo la consideración de los criptoactivos— es también muy importante para las familias acaudaladas y las «family offices» hoy en día. Para gestionar todas estas variables, puede ser muy útil contar con un socio de inversión experimentado y de confianza, pues él puede ayudar a profundizar en los detalles de la estrategia y la asignación de activos para satisfacer mejor las necesidades individuales de las familias. También puede ayudar a mitigar los efectos de riesgos comunes, como el exceso de confianza, el sesgo de anclaje (cuando un inversionista se aferra a un nivel de riqueza concreto, lo que puede mermar su capacidad para tomar decisiones pragmáticas en relación con esa riqueza), o la falta de preparación que representa un acontecimiento de liquidez repentino, como una OPI o la venta de una empresa.

También puede ayudar a las familias a superar acontecimientos especialmente difíciles, como los períodos de transición patrimonial. A la hora de invertir, no hay muchas diferencias entre los «millennials» y la generación X —que sigue siendo propietaria de la mayor parte de la riqueza— o entre los «millennials» y la generación Z. Sin embargo, si el dinero se traspasa dentro de una familia de la generación X a la generación Z, se observarán mayores diferencias y posibles conflictos en cuanto a la forma de gestionar el dinero. A menudo se requiere la mediación y orientación independiente para ayudar a preservar y hacer crecer el patrimonio familiar en estas situaciones. Aunque los últimos 12 meses fueron excepcionales en muchos aspectos, el comportamiento de inversión de las familias con grandes patrimonios permanece relativamente inalterado y siguen dominando las tendencias que ya estaban en desarrollo antes de la pandemia. Pero la pandemia cambió las perspectivas de las familias y la complejidad sigue creciendo para ellas. Contar con un asesor de confianza en estos tiempos de incertidumbre es más importante que nunca.

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