Un nuevo paradigma del mercado

«El entorno actual del mercado es uno de los más difíciles a los que me he enfrentado en mi carrera», explica nuestro Group CIO, Yves Bonzon. Como indican los números rojos de nuestras aplicaciones de finanzas preferidas, aparte del efectivo, las empresas energéticas y las materias primas, apenas hay lugar para refugiarse (e incluso las dos últimas han ofrecido una escasa cobertura en las últimas semanas).

Y, aunque seguimos creyendo que lo más probable es que nos encontremos en pleno mercado bajista cíclico impulsado por la reducción de la liquidez y no por una recesión en EE.UU., la dura verdad es que el mundo probablemente no volverá a ser lo que era cuando las aguas se calmen.

El peso de la geopolítica

En lo venidero, la geopolítica, y no la economía, será quien lleve las riendas. La desglobalización se acelerará a medida que los gobiernos trabajen para relocalizar las cadenas de suministro complejas y eficientes cuya dependencia de socios poco fiables quedó al descubierto tras la guerra en Ucrania. A su vez, el empuje de la inversión nacional reavivará la llama del endeudamiento del sector privado en las economías desarrolladas.

Esto implica que los inversionistas van a tener que prepararse para una mayor inflación media (es decir, ligeramente por encima de los objetivos de los bancos centrales, pero inferior a las actuales cifras alarmantes), así como para mayores volatilidades.

Las carteras posicionadas para 30 años de desinflación y relativa estabilidad política tendrán que cambiar su orientación para sobrevivir al nuevo paradigma del mercado.

Repercusiones para las carteras

Hay dos cambios importantes que los inversionistas deben tener en cuenta a la hora de confeccionar una cartera.

En primer lugar, el aumento de la agitación geopolítica y la voluntad de los gobiernos de instrumentalizar el sistema financiero para castigar a los países que no cumplan las reglas implican que ahora debe definirse con mucho cuidado el alcance geográfico de las carteras. Los inversionistas deben estar dispuestos a aceptar el riesgo de confiscación del capital en caso de que se apliquen sanciones a las inversiones en un país concreto.

Por nuestra parte, hemos decidido reducir táctica y estratégicamente a cero nuestra asignación independiente a la renta variable china, ya que está expuesta a un mayor riesgo de regulación interna, debido al objetivo de «prosperidad común» del país, y a las medidas punitivas externas en el contexto de las tensiones de China con Estados Unidos. Seguimos expuestos a China a través del índice general de Asia (excluyendo Japón).

En segundo lugar, con la inflación cada vez más persistente, la lucha contra la erosión del capital es más importante que nunca. La clave para sobrevivir en un entorno de inversión inflacionario es apostar por los activos reales frente a los nominales en una cartera.

¿Cuál es la diferencia entre ambos? Los activos nominales representan un derecho sobre un valor numérico (p. ej., efectivo, el monto principal y los pagos de cupones de un bono denominado en una moneda determinada), mientras que los activos reales son un derecho sobre algo con un valor intrínseco. Los ejemplos de activos reales que se nos vienen inmediatamente a la cabeza son las materias primas, el oro y los bienes inmuebles, que están vinculados al mundo físico. Pero muchos olvidan que las acciones, tanto públicas como privadas, que dan a los inversionistas la propiedad de una empresa cuyo valor está vinculado a su rentabilidad futura, son también activos reales.

En el caso de los bonos, los inversionistas exigen mayores rendimientos, lo que a su vez disminuye las valuaciones. En el caso de los activos reales, esto no es necesariamente así. El valor de una empresa puede aumentar o disminuir en función de la presión de los precios sobre sus costos y productos, y de cómo esté posicionada para proteger su rentabilidad. Históricamente, los activos reales han rendido por encima del efectivo y de los bonos durante períodos de inflación alta, pero contenida.

Cómo preservar el patrimonio

Aunque preferir los activos reales frente a los nominales será crucial para preservar el capital en un entorno inflacionario sostenido, el diseño de cartera y la diversificación siguen siendo las claves del éxito.

Volcarse en la renta variable pública podría suponer más de lo que el inversionista promedio esperaría en términos de volatilidad y es posible que no se logre una asignación sostenible ajustada al riesgo.

En cuanto a las materias primas, la gestión de esta clase de activo puede ser complicada en el contexto de una cartera pensada para medio y largo plazo, y preferimos verla como una oportunidad táctica, más que estratégica. En este sentido, el oro ofrece protección principalmente contra los riesgos de inestabilidad financiera, que no esperamos que se materialicen en EE.UU. ni en Europa.

Además, hay otras clases de activos que muestran la misma volatilidad que el oro durante largos periodos de tiempo, pero que ofrecen una mayor rentabilidad.

Una clase de activo real que debería tenerse en cuenta para una buena diversificación de cartera, sobre todo en el entorno económico y geopolítico actual, es el capital riesgo. La incesante búsqueda de rendimientos en un entorno de bajísimos rendimientos convirtió el auge de los mercados de capital riesgo en una de las mayores tendencias de las finanzas en la última década.

Sin embargo, esto pertenece al pasado. De cara al futuro, el terreno de juego económico está cambiando y estamos ante el fin del entorno de rendimientos extremadamente bajos. No obstante, los méritos del capital riesgo no han desaparecido; por el contrario, puede ser muy útil para los inversionistas en tiempos de mayor incertidumbre.

Una mirada más cercana al capital riesgo

Si bien es cierto que puede ser entretenido ver las cifras de rendimiento de nuestras inversiones en tiempo real en nuestro smartphone, sobre todo cuando la mayor parte de la pantalla resplandece en verde, hacerlo también es una fuente considerable de error, especialmente si todo lo que vemos está en rojo. Este flujo constante de información aumenta la probabilidad de tomar una decisión equivocada en el peor momento posible.

Sabemos que el inversionista promedio tiende a obtener resultados inferiores a los de una estrategia de comprar y mantener a largo plazo, porque hace operaciones con demasiada frecuencia, reequilibra su cartera muy a menudo y no logra sincronizarse con el mercado.

Esta es una de las razones por las que vemos el capital riesgo como una clase de activo interesante, especialmente en estos tiempos de incertidumbre. Además, como los mercados públicos actualmente ofrecen poco refugio, las inversiones de capital riesgo proporcionan un importante acceso a un conjunto de oportunidades en crecimiento. Desde hace algún tiempo, los mercados públicos han experimentado una tendencia a la «de-equitisation»: el número de ofertas públicas iniciales tradicionales tiende a disminuir y el tiempo que las empresas tardan en salir a bolsa a aumentar, por lo cual se reduce el número total de empresas cotizadas.

Por el contrario, el número de empresas de propiedad privada ha aumentado constantemente, lo que abre nuevas oportunidades a los inversionistas a largo plazo, al tiempo que mejoran sus perfiles de riesgo-rentabilidad y diversifican aún más sus carteras.

La naturaleza ilíquida de los fondos de capital riesgo protege a los inversionistas de sí mismos, ayudándoles a mantener la inversión y, al final, a recoger las ganancias de sus inversiones a largo plazo.

Al final, por supuesto, lo que realmente importa es el mayor rendimiento que puede ofrecer una asignación al capital riesgo. Pero es precisamente ahí donde radica el reto de esta clase de activo. Porque, aunque el rendimiento pasado ha sido atractivo, el rendimiento superior generado se ha concentrado en el cuartil superior, mientras que los rendimientos medios han estado más o menos en línea con los mercados públicos.

¿Qué significa esto para los inversionistas interesados?

Aunque es importante incluir el capital riesgo en una cartera, es crucial tener acceso a los mejores gestores de fondos, lo que a su vez implica contar con asesores experimentados y una amplia red de expertos y profesionales en la materia.

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