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Un típico repunte del mercado bajista

Los mercados bajistas, en los que los mercados de renta variable caen más de un 20 % desde su pico anterior, son un fenómeno raro en términos generales. En los últimos 70 años, el S&P 500 ha entrado en territorio de mercado bajista un total de 11 veces antes de volver a alcanzar su punto más alto. Algunos de estos mercados bajistas terminaron con bastante rapidez, como el desplome relacionado con la pandemia de 2020 o la crisis del Lunes Negro de 1987. Otros, como el que siguió al estallido de la burbuja de las puntocom o el relacionado con la gran crisis financiera de 2008, suelen asociarse a recesiones o turbulencias financieras graves y duraron más tiempo, por lo que las valuaciones de las acciones fueron significativamente más bajas. A estos se les puede llamar «mercados bajistas seculares». Por último, hubo mercados bajistas, que llamaríamos «mercados bajistas cíclicos», que duraron períodos más cortos y acabaron siendo más moderados.

Las dos últimas categorías de mercados bajistas se caracterizaron por uno o, por lo general, varios repuntes en los que las acciones se recuperaron con rapidez y violencia antes de volver a marcar mínimos anteriores o caer más abajo. En los mercados bajistas cíclicos del S&P 500, los episodios de repunte más destacados duraron, por término medio, algo más de dos meses, con una subida media del +12,4 % en el precio de las acciones. En este sentido, el repunte veraniego que hizo subir las acciones estadounidenses un 17,4 % a mediados de agosto respecto a su mínimo de mediados de junio fue ligeramente más corto (solo duró dos meses), pero también más fuerte si se compara con el promedio histórico.

El repunte estival se extinguió en Jackson Hole

Al final, la efímera tendencia alcista acabó interrumpiéndose, ya que el mensaje de línea dura de la Reserva Federal (Fed) estadounidense se hizo más patente en vísperas del esperado simposio anual del banco central en Jackson Hole, en el estado de Wyoming. Muchos de los participantes en el mercado esperaban que la Fed adoptara un tono más complaciente, ya que la inflación había alcanzado su punto máximo y, supuestamente, las tasas de interés habían llegado a territorio neutral. El presidente de la Fed, Jerome Powell, decepcionó a los mercados, que rápidamente pasaron a reajustar los precios para un ciclo de endurecimiento algo más largo y agresivo. A 13 de septiembre, el S&P 500 ha bajado un -18 % desde sus máximos de enero de 2022.

Como esperábamos que una mala noticia eventual desencadenara un nuevo desplome de los precios, con el un subsiguiente retorno a los mínimos anteriores, a mediados de agosto introdujimos cobertura en nuestras carteras. Redujimos así nuestra exposición a la renta variable sin tener que modificar el diseño de nuestra cartera equilibrada. Una vez que comprobemos que los mercados han tocado fondo, deshacer esa operación recogiendo beneficios debería ser mucho más sencillo que intentar redirigir nuevos fondos en un entorno que probablemente siga siendo volátil e incierto.

Perspectivas para final del año
Es posible que los mercados se hayan entusiasmado demasiado en el período previo a la publicación de los datos de inflación en el índice de precios al consumo estadounidense de agosto. Lo que siguió fue una venta masiva en todas las clases de activos ante la perspectiva de una intervención más enérgica de los bancos centrales a partir de ese momento. Aunque no se descarta que se vuelvan a registrar los mínimos de junio en los mercados de renta variable, creemos que la Fed adoptará una línea menos dura a finales de año a raíz de la caída de precio de las materias primas. En el ámbito corporativo, aunque las estimaciones de beneficios fueron revisadas a la baja excepto en el sector del gas y el petróleo, los márgenes de beneficio siguen siendo sólidos por ahora. Con el trasfondo de un violento reajuste del costo del capital, el mercado busca un nuevo equilibrio, ya que estamos saliendo del terreno de la represión financiera. Sin duda, se trata de un proceso desagradable.

Por otro lado, las perspectivas en cuanto a la rentabilidad futura son mucho mejores que a principios de año. A corto plazo, unas cifras de inflación mejores de lo esperado y un cese del conflicto en Ucrania siguen siendo los dos catalizadores que podrían desencadenar un fuerte repunte de los activos de riesgo. Si Estados Unidos entra en una recesión técnica, los bonos del Tesoro estadounidense deberían ofrecer un rendimiento superior al de los bonos expuestos al riesgo crediticio. Si la Fed logra diseñar un aterrizaje sin sobresaltos, ocurrirá lo contrario. Mantenemos la inversión con una cobertura, ya que el proceso de tocar fondo se ha pospuesto por ahora, hasta que los datos disponibles ofrezcan un panorama más alentador en cuanto a las presiones de los precios en la economía. Sin embargo, estamos preparados para aprovechar la debilidad incesante de los mercados para reposicionar nuestras carteras de cara a 2023 y los años posteriores.

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