Las desigualdades son, a menudo, el resultado de la naturaleza competitiva de los seres humanos en la búsqueda de la innovación y la ventaja competitiva. En el fondo, estos desequilibrios no son necesariamente injustos, sino que pueden ser importantes motores de crecimiento económico y desarrollo. Pero la institucionalización de los desequilibrios mediante un poder abusivo y las limitaciones derivadas de prejuicios son simplemente injustas. Desde el punto de vista económico, las raíces de la desigualdad son un freno importante para el progreso de la economía, lo que no solo genera desequilibrios económicos internacionales, sino también desequilibrios sociales en cuanto a las oportunidades por grupos de población, como un acceso desigual a la salud, la educación o el empleo. La desigualdad de ingresos, a menudo relacionada con la desigualdad racial y de género, es tanto una fuente como un amplificador de los desequilibrios y es probablemente uno de los mayores desafíos de la sociedad en la década actual. No obstante, los desafíos también representan oportunidades que nos gustaría destacar al investigar el amplio tema de la desigualdad.

Educación mundial
Como dijo el reformador educativo estadounidense Horace Mann en el siglo XIX, «la educación, más que cualquier otro recurso de origen humano, es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social». A partir de esta idea de igualdad social, estudiosos y autoridades de todo el mundo han llegado a convencerse con el tiempo de que la educación debe estar a disposición de todas las personas, independientemente de su género, etnia u origen socioeconómico. De hecho, los niños y niñas que van a la escuela tienen mayores y mejores oportunidades en el futuro, ya que la educación les brinda la posibilidad de romper el círculo de la pobreza. Al final, son más propensos a casarse más tarde, obtener ingresos más altos y gozar de mejor salud. La asistencia escolar también puede servir para proteger a niños y jóvenes de alternativas peligrosas, como el trabajo infantil y otras formas horribles de abuso y explotación. Incluso en el caso de adultos con una educación muy básica, la capacidad de leer, escribir y contar no solo aumenta la probabilidad de que encuentren trabajo, sino que también reduce su sensación de aislamiento social. Por lo tanto, la educación sigue siendo un componente fundamental del desarrollo sostenible y personal.

Por desgracia, el acceso a la educación no muestra una distribución igualitaria. Algunas clases sociales o grupos étnicos con distintos niveles de ingresos no tienen las mismas oportunidades de acceder a la educación. El crecimiento de la riqueza en los mercados emergentes está impulsando el sector educativo mundial en su conjunto, pero sigue siendo un reto ayudar a quienes se quedan atrás. La tecnología educativa, es decir, el uso combinado de hardware y software informático y la teoría de la educación, puede cerrar esa brecha educativa y mejorar el aprendizaje, lo que no solo beneficia al desarrollo humano, sino que libera un capital humano muy prometedor en potencia.

Desigualdad de ingresos
La distribución desigual de la riqueza es la base de la mayoría de las situaciones de desigualdad. Sus raíces suelen asentarse en las normas socioculturales y llegan a estar institucionalizadas, por lo que son difíciles de abordar. Convencer a los países para que cambien sus marcos jurídicos o institucionales con el fin de reducir la corrupción o aplicar un nivel adecuado de redistribución de la riqueza es un campo minado. No obstante, las inversiones en ámbitos más sutiles pueden marcar una gran diferencia. Los microcréditos o la facilitación del acceso a servicios bancarios a través de la tecnología pueden ser el punto de partida para ayudar a mucha gente a escapar de la trampa de la pobreza.

Empoderamiento económico
La reducción de las barreras de entrada a nivel ético y de género puede dar frutos al liberar todo el potencial económico. Por ejemplo, la mayor parte del incremento del bienestar económico en el siglo XX se atribuye a la inclusión de la mujer en la población activa. No obstante, sigue habiendo escollos y la discriminación continúa siendo un factor limitante en muchos países. La inversión en el empoderamiento económico de las minorías es, sin duda, uno de los motores económicos más importantes a nivel mundial en la fase actual de estancamiento duradero por motivos demográficos.

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