Con brillo inteligente en la mirada y unas gafas apoyadas sobre la frente – su sello personal –, Stefano Boeri proclama: «Siempre me han obsesionado los árboles». Esta fascinación se remonta a su infancia, cuando su madre – también arquitecta – construyó una casa en el bosque, cerca de Milán. Era un hogar creado «para abrazar los árboles», como bien dice Boeri: al erigirla no se taló ninguno, lo que dio como resultado el genuino diseño serpenteante del edificio.

En esa misma época llegó a manos de Boeri la novela de Italo Calvino El barón rampante. Ambientado cerca de Badalucco, la ciudad de la que es originaria su familia paterna, el relato cautivó inmediatamente la imaginación del joven lector con sus paisajes de olivos y exuberantes huertos descritos al detalle. También es cierto que pudo atraerle la faceta rebelde de Cosimo, por supuesto, y su inclinación por las decisiones radicales e irreversibles. Años después, el cantante italiano Adriano Celentano lamentaba en Un Albero di Trenta Piani cómo las fábricas ennegrecían los cielos. Sin embargo, terminaba su canción con una nota de esperanza, y la visión de un árbol de treinta pisos...

Una revelación en el desierto

Todos estos recuerdos permanecían aletargados en la memoria de Boeri cuando, de pronto, en un viaje a Dubái, quedó petrificado ante un bosque de gigantescos rascacielos que se elevaba en pleno desierto, y cuyas fachadas completamente acristaladas reflejaban el abrasador calor del sol sobre la calle y sus peatones. «Me pareció una paradoja», afirma el arquitecto. Corría el año 2007, y Boeri se encontraba diseñando la primera fase de una pareja de torres residenciales en Milán, cuando una idea brotó en su cabeza de la forma más natural: «¿Por qué no usamos un edificio de gran altura para crear un ecosistema biológico, en lugar de revestirlo con vidrio?». Así nació el Bosque Vertical.

Terminadas en 2014 y con una altura de 110 y 76 metros respectivamente, las dos torres albergan actualmente más de 20 000 plantas – incluidos árboles y arbustos – y más de 20 especies de aves. En verano, la sombra de los árboles permite mantener los apartamentos unos tres grados más frescos que la temperatura exterior, limitando así la necesidad de utilizar aire acondicionado. Boeri describe su Bosque Vertical como «el prototipo de una nueva generación de edificios que ayudará a las ciudades a limpiar el aire, absorber el CO2 y otros contaminantes, y reducir el consumo de energía. Esto es lo realmente importante: hemos creado una obra con verdadera utilidad social».

Convenciendo a los escépticos

No obstante, construir el primer Bosque Vertical no fue un camino de rosas. Durante el desarrollo de todo el proyecto, Boeri tuvo que lidiar con los escépticos que le rodeaban y cuestionaban la viabilidad de una idea que les parecía disparatada. ¿Cómo sobrevivirían los árboles a los fuertes vientos? ¿Cómo soportarían las terrazas el peso de la vegetación? ¿Cómo se regarían las plantas? ¿De qué manera afectarían las raíces a la estructura del edificio?

Para convencer a sus detractores, Boeri creó un equipo multidisciplinar formado por botánicos, ingenieros y arquitectos, y hoy está convencido que dieron con las soluciones acertadas para cada uno de los desafíos técnicos que surgieron. La ubicación exacta de cada planta fue cuidadosamente elegida sobre la base de criterios científicos. Las terrazas que albergan la vegetación fueron diseñadas y orientadas específicamente para cumplir con las necesidades ideales de espacio y luz que requiere cada especie para crecer de manera óptima. Cada vez que se reproduce el concepto de Bosque Vertical en cualquier edificio del mundo, este proceso de investigación debe comenzar de cero para tener en cuenta las condiciones climáticas y las especies autóctonas de una zona determinada: «Me gusta decir que diseño casas para los árboles, y que ahí también pueden vivir las personas».

En cuanto al mantenimiento, «nos hemos esforzado al máximo para garantizar que las plantas estén bien cuidadas», explica el italiano. Los árboles se riegan gracias a un sofisticado método de irrigación israelí, que también recicla las aguas grises del edificio. Un sistema de monitorización central supervisa los niveles de humedad y el estado general de la vegetación. Para evitar el uso de pesticidas, se introdujeron mariquitas que actúan como control de plagas. Además, añade Boeri con orgullo, «hemos inventado una nueva profesión: los jardineros voladores». Tres veces al año, un equipo de jardineros sin miedo a las alturas se descuelga desde la azotea de las torres para inspeccionar y podar las plantas.

El culpable y la solución al cambio climático

Boeri no siempre se ha guiado por motivos estrictamente medioambientales, «pero en un momento dado de mi vida confluyeron mis dos pasiones – los árboles y la arquitectura –, y entonces comprobé cómo este enfoque de bosque vertical podía ser de gran ayuda para mi estudio y para mí mismo, ya que contribuiría a mejorar la calidad y utilidad de nuestros proyectos, transformando por completo la relación entre personas y árboles en un centro urbano».

En sus conferencias por todo el mundo, Boeri siempre señala que las ciudades cubren menos del 3% de la superficie de la Tierra y producen el 75% de las emisiones de CO2 del planeta. Las grandes metrópolis son las principales responsables del cambio climático, pero también las primeras en padecer sus efectos, como las inundaciones costeras o los flujos migratorios de refugiados climáticos. Por lo tanto, las ciudades están llamadas a desempeñar un papel clave en la lucha contra el cambio climático. ¿Cómo? La respuesta más sencilla, claro está, sería plantar más árboles y ampliar los parques en zonas urbanas en general. Sin embargo, es una opción muy complicada en nuestras urbes, tan densamente pobladas como carentes de espacios abiertos. Aquí entra en juego el Bosque Vertical, un planteamiento innovador que, según Boeri, ayuda a limitar la expansión urbana al permitir que la gente viva cerca de árboles y plantas en una ciudad abarrotada, algo que solo suele ser posible en entornos suburbanos.

No obstante, el concepto de jardín en la azotea o cubierta vegetal no es del todo nuevo. Después de todo, el artista y arquitecto austriaco Friedensreich Hundertwasser – otra gran fuente de inspiración para el joven Boeri – ya se adelantó a su época al esbozar en los años 70 los planos de unos bloques de apartamentos, que incluían una cubierta de césped y árboles que crecían desde el interior de las estancias. Pero lo realmente revolucionario del Bosque Vertical de Stefano Boeri es la altísima densidad de este complejo ecosistema con una huella relativamente pequeña; se trata del equivalente a dos hectáreas de bosque. «Si queremos que la ciudad sea partícipe de la solución al calentamiento global, no basta con trabajar únicamente en las superficies horizontales. Tenemos que pensar también en vertical».

Vivienda verde para todo el mundo

Un apartamento en el Bosque Vertical de Milán estaría fuera del alcance del común de los mortales, como admite Boeri, pero las torres debían compensar a los promotores que se arriesgaron invirtiendo en este experimento arquitectónico. Por ello, ahora se está centrando en desarrollar una vivienda asequible para los residentes urbanos con menos ingresos. El diseñador milanés y su equipo han encontrado métodos para reducir los costes de construcción de sus bosques verticales, y el primero de estos proyectos de vivienda verde y social ya está en marcha en Eindhoven, Países Bajos. «Este logro significa que podemos unir nuestra capacidad para afrontar el cambio climático a nuestro esfuerzo por combatir la pobreza», asegura.

Con todo, el proyecto más ambicioso de Boeri se está llevando a cabo en China, cuyas ciudades se caracterizan por la pésima calidad del aire. Formada por más de 70 edificios cubiertos de plantas y conectados por parques y jardines, la Ciudad Bosque de Liuzhou cubrirá 175 hectáreas junto al río Liujiang, y será el hogar de 30 000 personas. Además de absorber 10 000 toneladas de CO2 al año, la Ciudad Bosque dependerá exclusivamente de la energía geotérmica y solar, por lo que será autosuficiente en el plano energético. En última instancia, el mayor deseo de Boeri es ver crecer más bosques verticales alrededor del mundo. «No hemos patentado esta solución, ya que confiamos en que otros arquitectos lo harán mejor que nosotros.»

Imágenes del futuro: La Ciudad Bosque de China estará compuesta por 70 edificios cubiertos de plantas y alimentados por energía solar y geotérmica.

Más allá de los beneficios para el medioambiente, lo que mueve a Boeri es la sensación de bienestar que disfrutan los residentes al vivir en el Bosque Vertical. «El feedback que recibimos de la gente que reside allí es extremadamente positivo». Los habitantes pueden ver cómo el mundo se filtra por sus ventanas a través de hojas y ramas, y observar el color cambiante de las estaciones. «Si vives en el vigesimotercer piso del edificio – prosigue Boeri –, te sientes en medio del bosque». ¿Estaría dispuesto Cosimo a vivir en el Bosque Vertical? «Muy buena pregunta – reflexiona –. Cosimo no lo sé, pero creo que Italo Calvino sin duda viviría ahí».

 Vídeo: Scott McNamara, Fabio Kobel

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