Mucho se ha escrito sobre la generación del milenio, más conocida como «milenials», que designa a quienes nacieron después de 1980 y alcanzaron la edad adulta con el cambio de milenio. En su libro Generation Me, la psicóloga estadounidense Jean Twenge describe a esta generación llamada a dirigir el mundo en los próximos años como, por un lado, gente ambiciosa y segura de sí misma, y, por otro, narcisista e irreverente con la autoridad. Si nos fijamos en la legión de autodenominados influencers, que posan constantemente en Instagram y otras redes sociales, podemos confirmar su descripción.

La modestia prevalece sobre la autopromoción

No obstante, también están quienes se mantienen apartados del foco mediático, aunque hayan logrado un éxito reseñable en sus cortas carreras. José Sáez se encuentra sin duda en esta segunda categoría, aunque la historia de este joven nómada digital de 29 años oriundo de A Coruña, en el noroeste de España, reúna numerosos ingredientes típicos de la carrera de un milenial (su éxito se enraíza en internet, el hábitat natural de los nativos digitales). Su empresa abraza las estructuras horizontales, con un alto grado de flexibilidad, y su instinto empresarial parte más de la curiosidad que del puro materialismo.

Innovaciones de software inspiradas en el arte moderno

José da la bienvenida al equipo editorial de Julius Baer en el espacio dedicado al arte al que pertenece, en la Puerta de Alcalá: una de las zonas madrileñas más codiciadas. «Si me encuentro en Madrid, mi oficina es esta», explica. El espacio de arte, repleto de obras de pop art contemporáneo que rebosan color, solo se puede visitar bajo demanda, y rezuma discreción, como todo lo que rodea a este español alto y espigado, con pelo rizado y grandes gafas retro. Las obras de arte, que José y sus dos socios llevan más de cinco años buscando y adquiriendo, marcan un perfecto contraste con la naturaleza sumamente virtual de ElevenYellow, su actual empresa (elevenyellow.com).

«ElevenYellow es una empresa creadora de software. Probamos las ideas y cuando funcionan, las desarrollamos un poco más. Cuando han madurado, las desligamos de la empresa». Desde el momento de su fundación hace cinco años, su equipo de ingenieros informáticos multidisciplinares ha probado más de 100 ideas, desde un sistema de medición de contaminación en China hasta una dinámica para conseguir seguidores en Instagram. Desde hace dos años la empresa se dedica exclusivamente a la blockchain.

«El dinero programable va a cambiar el mundo»

«Sin duda, hay mucho de hype (sobreexcitación) en la blockchain», admite José. «Pero creo que hay un par de razones por las que la tecnología resulta de gran interés. Una de ellas es que podemos ser propietarios, por primera vez en la historia, de activos digitales. Otra es que la blockchain hace que el dinero sea programable». José compara la situación actual con la década de los noventa. «La gente sabía que internet iba a cambiar el mundo. Lo que no sabía es de qué forma. Ocurre lo mismo con el dinero programable».

Cuando describe las puertas que está a punto de abrir la blockchain, el inglés con acento español y la lengua rápida de José se aceleran aún más. Afortunadamente para sus interlocutores no digitales, de vez en cuando suele ilustrar sus ideas con ejemplos concretos: «Si te fijas en los sitios web – continua –, hasta ahora la mayoría de ellos se financia con publicidad. Con dinero programable, podrían cobrar directamente a sus usuarios microcantidades de, digamos, un milésimo de euro».

Huir del aburrimiento

Cuando se trata de desarrollar ideas nuevas, ElevenYellow intenta apartarse de la monotonía. «Huimos de todo aquello que nos resulta aburrido. En su lugar, nos centramos en áreas que evitarían los inversores tradicionales». El último proyecto insignia de la empresa es la plataforma de intercambio de criptomonedas (switchchain.com). «Inicialmente, se pusieron en contacto con nosotros algunos amigos emprendedores e inversores. Pensaban que un intercambio de estas características podría ser un importante generador de ingresos – pero también creían que no podían asumir los riesgos». Es en ese momento cuando entra en escena ElevenYellow. «No se trataba solo del riesgo. Vimos la posibilidad de crear algo que generaría valor a largo plazo. Esta es exactamente la misión de ElevenYellow: nos gustaría formar parte del juego durante los próximos 50 años, por lo menos».

Desarrollo, pruebas e implantación: el proceso debe ser rápido

Una vez tomada la decisión, es fundamental la ejecución.  «Intentamos ser lo más rápidos y ágiles posibles para minimizar el tiempo de comercialización». También significa empezar con humildad. «Puesto que solo contamos con financiación propia para desarrollar una idea nueva, no podemos invertir millones de dólares hasta conseguir una rentabilidad. Para nuestros cripto-intercambios, por ejemplo, pudimos llevar a cabo una prueba a pequeña escala con solo un par de criptomonedas y observar la reacción del mercado. Si hubiera fallado, nos habríamos retirado».

Pensar diferente, pensar globalmente

A Sáez le llevó varios años de prueba y error encontrar el punto óptimo para su empresa. Antes de fundar ElevenYellow, este autodenominado fanático informático o friki, que pasó la mayoría de su juventud detrás de una pantalla de ordenador («también jugué al baloncesto »), probó suerte con el e-commerce, primero con una tienda de juegos de mesa online y, posteriormente, con un supermercado online. «La tienda de juegos de mesa tuvo un gran éxito y no ha habido, realmente, otra mayor de su género en España. Al igual que con el supermercado, teníamos un buen equipo y un buen producto. Pero estábamos limitados al mercado español». La empresa no sobrevivió, pero ha enseñado a Sáez dos importantes lecciones. Primero, que no hay que hacer lo obvio cuando se crea una empresa, y segundo, que tienes que pensar y actuar globalmente.

Así lo hizo. Dio el salto global seleccionando un lugar poco predecible para su nueva empresa: Bali. «Cuando vendimos nuestra empresa online en España para fundar ElevenYellow, solo contábamos con un pequeño capital inicial. Si nos hubiéramos quedado en España, habríamos quemado el dinero en doce meses. En San Francisco, no habríamos durado ni la mitad. Pero calculamos que, viajando a Bali, podíamos sobrevivir con USD 800 al mes cada uno durante tres años y seguir siendo felices». Este emprendedor en serie no pidió asesoramiento externo alguno antes de decidir cómo proceder, sabiendo que probablemente le habrían desaconsejado seguir adelante: «Nadie te va a decir que algo es seguro o inteligente. Pero si tienes el presentimiento de que puede funcionar, debes intentarlo».

26 empleados, 9 ubicaciones, pero una única oficina diminuta

En la actualidad, Bali sigue siendo uno de los nueve lugares en los que ElevenYellow está presente. A excepción de Singapur, que es donde la empresa tiene su sede – compuesta por una oficina con un único empleado a jornada completa –, no existen oficinas físicas: los 25 empleados trabajan a distancia. «Comenzamos contratando a personas de diferentes ámbitos – procedentes de Filipinas, Estados Unidos, Israel, Indonesia, Países Bajos...». No contar con oficinas físicas resultó ser una ventaja a la hora de contratar a nuevos talentos. «Nos dimos cuenta de que podíamos atraer a diferentes tipos de empleados, personas que nunca trabajarían en una empresa convencional. Tenemos, por ejemplo, a nuestra directora de soporte al cliente, una madre con hijos escolarizados en casa. También tenemos a unos desarrolladores, que recorren el mundo en busca de nuevos lugares para practicar surf. Estas personas jamás aceptarían un trabajo tradicional, con horario de nueve a cinco».

Una sala de chat sirve como punto de encuentro corporativo

Si no existen salas físicas o zonas de café en las que reunirse, este vacío tiene que llenarlo una plataforma de comunicación virtual. En el caso de ElevenYellow se denomina Slack (relajo en inglés). «Se trata de una especie de sala de chat en la que todos compartimos nuestra información. Este tipo de colaboración funciona bastante bien, a pesar de tener gente en diferentes zonas horarias». Pero aún con las herramientas online más eficientes, es difícil fomentar una cultura corporativa. Por lo tanto, todos los empleados, – incluidas sus familias – se reúnen durante una semana, una o dos veces al año, en algún lugar del planeta. El último encuentro tuvo lugar en Gran Canaria.

Incluso los nómadas necesitan una base de operaciones

El mismo CEO tiene un apretado calendario de viajes. Pero a diferencia del personaje de George Clooney en la película Up in the Air, José Sáez no solo vive entre aeropuertos y habitaciones de hotel. Hasta un nómada necesita una base de operaciones. En el caso de Sáez, su base se encuentra en Lisboa. «Es una ciudad maravillosa, con una gran comunidad tecnológica. Además, se encuentra a solo una hora de avión de A Coruña – mi ciudad natal – y de Madrid, donde tantos amigos tengo».
 
¿Cuál será la siguiente parada en la ruta profesional de este emprendedor milenial? «De lo que estoy seguro es de que permaneceré fiel al software. Es lo que me gusta, además de lo único que sé hacer». Eso, y crear desde cero una empresa tecnológica global a la temprana edad de 29 años, o contribuir al desarrollo de un espectacular espacio artístico en el centro de Madrid.

Tal vez la modestia sea una cualidad del milenial que los psicólogos han podido pasar por alto.

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